El Hangar 7

A finales de Septiembre de 2011 tuve la oportunidad de visitar el "Hangar 7", museo de la marca Red Bull. Esa mañana amanecimos en un refugio en medio de los Alpes autríacos, muy cerca de Múnich. Tras coger el coche y conducir durante unos 40 minutos llegamos al aeropuerto de Salzburgo, lugar dónde se encuentra este increíble museo.

Fuí con unos compañeros de trabajo filipinos, Paul y Brian. Nos sorprendió gratamente que la entrada fuera gratuita. Apenas pasamos en el museo unos 40 minutos, pero hay que decir que el sitio me pareció una pasada, es un moderno hangar de cristal lleno de coches de fórmula Uno, aviones, motos y demás aparatos motorizados que han tenido alguna repercusión en la historia reciente y que han sido patrocinados por Red Bull. Caben destacar el restaurante, que ofrece cocina de vanguardia; la sala de reuniones que se encuentra en lo alto de la cúpula y a la cual se accede a través de una rampa y un simulador de vuelo del pequeño reactor francés Alpha Jet.

Tras visitar el museo fuimos a pasear por la no menos impresionante ciudad de Salzburgo, hogar de Wolfang Amadeus Mozart y escenario del clásico del cine "The Sound of Music". En la foto se puede ver el coche con el que el alemán Sebastian Vettel se proclamó campeón del mundo de Fórmula Uno en la temporada 2010.



ESA OTRA FIEL INFANTERÍA - artículo de Arturo Pérez-Reverte

Los vi hace poco en el aeropuerto de México: ojerosos, mal afeitados, hechos polvo tras largos vuelos y tránsitos infames. Eran cuatro -uno, naturalmente, se llamaba Pepe- y hablaban de Flandes y de las Indias. O de como se diga ahora. Holanda, decían. México y Venezuela. Sitios así. Hablaban de saqueos, botines y aventuras. O sea, de buscarse la vida donde ésta late. De negocios. Estaban allí con sus arrugados coletos de cuero transformados en trajes de chaqueta y corbata; con sus armas, que eran ordenadores y agendas, y con esa mirada absorta, fatigada, que les queda a los que vienen de asaltar las murallas de Breda o pelear en las calzadas de Tenochtitlán.

Observándolos mientras consultaban las salidas de los vuelos, concluí que tampoco, si uno se fija bien y leyó los libros adecuados, hay tanta diferencia: Barajas en vez de Cádiz, Lisboa o la boca del Guadalquivir, en galeones, o Italia y el Camino Español por los Alpes y Suiza, rumbo al norte de Europa. La fiel infantería del rey católico: la misma gente que hace cuatro siglos, harta de monarcas imbéciles, curas parásitos y funcionarios sanguijuelas, decidió que era mejor intentarlo allá afuera y reventar en ello, que languidecer en una tierra yerma, ingrata, dejada de la mano de Dios. Alguien escribió que en otro tiempo, cuando España se dilataba en el mundo, los españoles se echaron afuera a pelear y buscarse la vida, desde nobles hasta labriegos. Y fue cierto. Unos lo hicieron por hambre de gloria y dinero; otros, los más, por hambre de verdad. Desde las Indias a Filipinas, del norte de África a Europa entera, contra toda clase de naciones bárbaras o civilizadas, pelearon hidalgos y campesinos, bachilleres y pastores, caballeros y pícaros, amos y criados, soldados y poetas. Pelearon Cervantes, Garcilaso, Lope de Vega, Calderón, Ercilla y muchos más. En todas las tierras y climas, bajo nieve, sol, lluvia o viento, desharrapadas huestes de españoles pequeños y recios, fanfarrones, crueles, hechos a la miseria, el sufrir y las fatigas, con todo por ganar y nada que perder salvo la vida, renegando a cada paso en todas las lenguas de España, acuchillándose entre sí en los ratos libres que no empleaban en degollar a terceros, caminaron tras las rotas banderas en busca de pan que llevarse a la boca. Así llenaron los espacios en blanco de los mapas, las tierras incógnitas. Y sin pretenderlo, de rebote, los que regresaron vivos trajeron Méxicos y Perús, riquezas hasta para quienes nunca arriesgaron nada. E historias fascinantes que escuchar.

Pensaba en eso viendo a los cuatro soldados de los modernos tercios que aguardaban en el aeropuerto. La misma hambre, me dije. El mismo dilema. Quedarse en esta tierra estéril y enferma es languidecer. Recordé haberlos visto toda mi vida en cien rincones perdidos del mundo, alojados en hoteles de veinte dólares donde nunca para un hombre de negocios acomodado. Planchándose ellos cada mañana su único traje, como otros se revestían el arnés y el acero, antes de echarse a la calle a pelear de nuevo. A arrancarle el botín a la vida donde ésta se deja. Lo mejor de nuestra fiel infantería: empresarios y comerciales españoles que no gastan más de lo preciso en dormir y comer, sobrios y tenaces; pero que cada mañana, a la hora del combate, riñen con esos otros a quienes todo sobra, tumbando a base de iniciativa e imaginación a competidores de grandes compañías gringas que han hecho masters en Harvard y escriben sin faltas de ortografía; y que sin embargo se ven, sin comprenderlo, acuchillados por esos tipos duros, hambrientos y mal afeitados que no tienen Visa Oro pero saben arreglárselas para hacer lo imposible, por pura necesidad y desesperación. Porque hablan la lengua, o se la inventan. Porque lo de buscarse la vida, asaltar murallas para cobrarse pagas atrasadas o pelear en una trinchera, hambrientos y con el barro hasta los huevos, lo llevan en la sangre.

Pensé en todo eso, como digo, mirando a esos tipos en la sala de espera del aeropuerto. Nunca imaginaréis, concluí, con cuántas cosas me reconciliáis de nuestra perra España. Calculé sus noches solitarias velando armas, mirando ventanas de cielos extranjeros. La soledad y la dureza del combate librado a tus solas fuerzas, sabiendo que el único día fácil es el que dejaste atrás. Hombres y mujeres valientes, soldados metidos muy adentro en territorio enemigo, que llevan al hombro, a su manera conmovedora, la vieja aspa de San Andrés: los colores de sus modestas empresas -«I am from Murcia», oí decir a uno en El Cairo, hace treinta años, al policía que le pidió la cartilla de vacunación que no llevaba-. Batiéndose a ciegas por la negra honra y por desesperación. Por hambre. Mal pagados e ignorados en su tierra, como siempre. De nuevo, también como siempre, la misma historia. No sabemos vivir de otra manera.

Arturo Pérez-Reverte
artículo publicado en XL Semanal

Otra temporada de esquí!

Hace poco estando de copas se podía ver en las pantallas del local imagenes increíbles de la Red Bull Air Race, de surf, de mountain bike por sitios imposibles, y un largo etc...Pero en estas fechas las mejores imagenes fueron las de...Esquí!

Es ahora cuando uno empieza a hacer repaso mental del equipo de esquí, lo que falta, lo que está, lo que no vendría mal...En mi caso no me vendrían mal unos buenos guantes. Por supuesto el casco ya lo considero un imprescindible, pero lo suelo alquilar jeje!

Otra de las cosas que son importantes es empezar a mover el tema entre amigos, así que voy a dejar por aquí unas imagenes que invitan a soñar con grandes extensiones de nieven en polvo! ahhh, llega el esquí!!!

Ojalá podamos ir este año, en plan low cost dada la crisis! Vuelven las cadenas, la música de Blink 182 o de Queen camino de las pistas, vuelven los saltos y la agujetas en las pantorrillas!